sábado, 21 de septiembre de 2013

Reseña sobre 200 Cartas



Comenzaré por decirles que si el primero de enero del presente año me hubiesen dicho que el 20 de septiembre estaría escribiendo sobre una película puertorriqueña titulada “200 Cartas”, me hubiese reído en su rostro a carcajadas y les hubiese dicho que estaban locos. Pero aquí estoy, a solo una hora y un par de minutos de haber salido de la sala y de haber visto una de las mejores películas que he disfrutado en el año. Debo decirles que antes de haber tenido la oportunidad de ver el “tráiler” del largometraje, durante los previos a “The Wolverine” el pasado agosto, no sabía nada acerca de esta producción del patio, ni siquiera sabía que se había rodado una película puertorriqueña que no fuera llamada “Qué Joyitas!”

Pero también debo decirles que ese “tráiler” fue suficiente para captar mi atención y hacerme desear el día del estreno de esta película para ir a verla. Estuve todo un mes empujando en mi familia para que se animaran a ver la película, mi hermana y mi madre, quienes me acompañaron, se dedicaron a leer cuanta reseña salía en los periódicos sobre “200 Cartas”, por mi parte, no lo hice. Decidí quedarme a “oscuras” y que la película misma me sorprendiera. No es que no confíe en los críticos del patio, como Juanma y Mario, pero por esta ocasión quería ir en blanco a una película, quería ser yo el crítico. Y debo decir que cumplió con mis expectativas.

Para comenzar la película inicia en “media res”, los dos personajes principales masculinos corriendo en un campo. Pero luego se transporta a una semana antes de estos hechos en Nueva York, con el personaje principal despertando, un aspirante a artista gráfico y escritor de historietas, Raúl. Esta afición por las historietas y sueños de convertirse en un exitoso artista serán claves en el desarrollo de la trama y en el desarrollo de este personaje.

Cabe destacar, de paso, que la película cuenta con un recurso bastante interesante al incorporar elementos clásicos del cómic a la misma. El largometraje pasa de ser una representación viviente a una representación dibujada, para luego regresar a una viviente. Este recurso me pareció acertado debido, no solo, a la afición de Raúl, si no a la eventual afición de Yolanda. El hecho también de representar diversos lugares de la Isla y Nueva York de esta manera, resulta en un refrescante efecto visual en el que el espectador puede ver la visión de un artista diferente sobre espacios que han sido pintados o dibujados en diferentes medios con anterioridad.

Junto con el efecto de dibujo que presenta la película, también existe un elemento fotográfico, en el que muchas escenas se pueden desprender y ser fotografías, ejemplo de ello es la ya “clichosa” foto en “Cueva Ventana”, y otras tantas. Aparte de las “fotografías” a lugares de interés turístico alrededor de la Isla, también este largometraje hace un buen trabajo al fotografiar a sus personajes, con esto me refiero a que cada personaje tiene unas características físicas y psicológicas que los distinguen de los demás, características que pueden ser observadas cuadro tras cuadro y se van expandiendo o minimizando, dependiendo de la situación y la trama.

Es por esta razón que cabe destacar el guion, toda gran obra tiene que tener una buena trama, unos eventos que empujen para que otros sucedan. A veces este se torna un poco simplista, pero cuando lo hace, no deja caer la trama. Cada personaje tiene su lugar dentro del guion y no se ven forzados, presentan diferentes situaciones que puedan suceder y aunque caen, por momentos, en situaciones que se ven “marroneadas”, lo hace por explotar la comicidad que existe en el hecho de que un puertorriqueño nacido y criado en Nueva York y un Mexicano visiten Puerto Rico por primera vez en la búsqueda de una mujer de la cual solo conocen el nombre. Si el guionista hubiese sido más aguzado le daba un nombre aun más común a esta mujer. El nombre María Sánchez, para la causante de esta aventura es suficientemente común, pero si querían jugar con el elemento cómico que el hecho de solo conocer el nombre de este personaje traería, podían jugar con utilizar como nombre: María Rivera o Rodríguez. En fin, donde el guion carece, las actuaciones reponen.

Digo esto porque Lin Manuel Miranda y Jaime Camil logran una química interesante al mostrar a los dos personajes masculinos principales. Presentan justo lo que en mi imaginación sería la amistad entre un puertorriqueño y un mexicano y un viaje que hagan estos dos juntos. Jaime Camil, con su personaje de Juan, consigue dar un toque de comicidad y ser el que muchas veces empuja a Raúl a hacer cosas que no se atrevería a hacer. En contraparte a los personajes masculinos encontramos a Dayanara Torres y Monica Steuer. Ambas representando a Yolanda y a Rebeca respectivamente. Estos personajes femeninos juegan a ser el espejo de Juan y Raúl, pues Rebeca es mexicana y Yolanda puertorriqueña. Esto presenta una dinámica interesante y un juego de dobles bastante provocador. Las actuaciones y la química lograda entre estos cuatro resulta refrescante y a la vez cautivadora.

En general, la película logró mi expectativa de ser entretenida y diferente. Logré identificarme con el personaje de Raúl, el cual por momentos sentía que era yo en la pantalla, pues tiene muchos miedos que comparto y temores que comparto. Los otros personajes fueron presentados de manera extraordinaria en pantalla, mientras presentaba elementos de la cotidianidad puertorriqueña que resultaron en carcajadas del público presente, sin recurrir a chistes viejos, forzados o de mal gusto. Las risas eran genuinas y hubo uno que otro comentario en la sala de “es verdad hacemos eso”. El juego de diferentes situaciones como “los boricuas siempre andan con un caldero de arroz”, en el momento en que aparece el personaje de Juan Manuel Lebrón y les ofrece comida, o “si te volteas te dejan el carro en cuatro bloques”; son cosas que le dieron al filme la comicidad necesaria para cautivar a un público variado, que incluía personas mayores de 60 años y jóvenes de no más de 15 (quienes en un principio incomodaban por mostrar cierta inmadurez).


En fin fue una experiencia gratificante y revalidó mi decisión de no haber leído crítica antes de entrar a la sala y disfrutar del largometraje. Me llenó de orgullo ver como los puertorriqueños llenan las salas para verla y apoyar el buen cine puertorriqueño, el cine que es capaz de mostrar lo que verdaderamente somos y no algo chabacano con la sola intención de lograr dinero gastando poco, para personas que su mayor talento es hablar de lo que no saben. Enhorabuena a los creadores de esta película y espero seguir disfrutando de cine de buena calidad hecho en Puerto Rico. Altamente recomendada.

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