domingo, 9 de febrero de 2014

A la ventana

"Gala"-Salvador Dalí

Observaba el papel con esmero tal que hasta el más inculto diría que se acercaba la mayor de las tormentas que su mente podría crear. Empuñaba el lápiz y fuertemente presionaba el carbón sobre la blancura del textil, para luego levantarlo dejando simplemente la impresión de un tenue punto. El proceso se repetía con cada minuto que pasaba, asomaba la vista por la ventana que daba hacia la casa vecina y luego al folio, así sucesivamente por las siguientes dos horas. Siempre dejando una impresión más profunda del mismo punto carbonáceo, no dejaba un trazo, no había una letra, pero si flotaban muchas ideas.

Al cabo de esas dos horas se levantó del asiento, caminó hacia la ventana y fue entonces cuando la vio. Sus negros cabellos cayendo de manera ondulante por su cuello, cual cascada que se desbarracaba por unos aliriados peñascos. Su piel arropada de estrellas, sus ojos profundamente flechados en un punto exacto del espejo en su tocador. Soltó su blusa dejándola caer descuidadamente. Estaba él absorto en la imagen, ¿cómo era posible que nunca hubiese visto tal creación? ¿Cómo alguien como él había pasado por alto tal visión? Siguió observando, como un niño travieso que espera ver el resultado de su más reciente travesura. Cuando ella se volteaba, él se ocultaba, cuando ella regresaba al tocador, él se asomaba. Así hasta que ella se hubo despojado de todas sus vestiduras.

Entonces fue que la tuvo de frente, enmarcada por su ventana, la más bella obra de arte que sus ojos habían podido crear jamás. Su piel marcada de estrellas, sus negros cabellos bajando en cascada por su cuello y sus ojos ahora fijos en la ventana contraria; sonrió y se ocultó. Por su parte él tomó el lápiz y comenzó a escribir lo que primero llegara a su mente.


La suave brisa hacía que las cortinas de su alcoba se levantaran hasta rozar su rostro. Con un movimiento abrupto levantó el rostro descubriendo el papel lleno de puntos carbonáceos frente a sí, sin más acompañantes que un lápiz quebrado y una vista cansada. Creyó escuchar el estruendo de un camión alejarse de la calle adjunta a su habitación y al levantarse para observar qué ocurría pudo ver una piel y unos cabellos extrañamente familiares, ella volteó para internalizar su entorno y al descubrirle en la ventana le dirigió una tímida sonrisa en la que él se reconoció. Desde entonces aguarda todas las tardes, cuando la suave brisa agita sus cortinas, frente a la ventana, esperando tener un vistazo de esa piel bañada de estrellas y de esa obra maestra de la que no podía borrar la impresión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario