domingo, 16 de febrero de 2014

Designio




“Pero y ¿por qué no me dejas subir? ¿Por qué te burlas de mí? Ay creador, por favor, dame la oportunidad de servir de algo. No me sigas embarrando, que mientras más me embarro menos te amo. Te rezo, te rezo tanto, pero nada recibo a cambio. ¿Cómo pretendes que mantenga esta fe ciega? ¿Cómo pretendes que les crea a los predicadores que de ti me hablan? Creador, mi divinidad, ante ti me postro y te ruego. Déjame subir, déjame salir de aquí, ya no te burles de mí.” Fue el lamento más fuerte que he recibido, me conmovieron las lágrimas de mi creación. Nunca le había oído con tanto sentimiento, con tanto amor. Es la única creación que se permitió sacarme en cara que me divierto con su desventura, es quien único se ha percatado de mi juego.

Un juego que sonaba dictatorial, no tenía para lo creado opción alguna más que hacer caso de lo que dicta mi pensar. Ellos no tenían, jamás, voz para reclamar nada, ni siquiera para quejarse. Pero todo cambió con el ruego de esta creación. Aquella noche en la que se postró junto a su cama e implorando me reprochaba. Cierto, su vida había estado a merced de mis palabras, de mis letras y mis designios. Nunca había tenido la potestad sobre sus acciones y era casi como si el juego de la memoria que en mí se hacía visible, corriera libremente en su vida. Esa creación era yo, pero no era yo. Era la vida que yo creía que estaba viviendo, olvidando por completo los instantes en los que me volvía el gobernante totalitario de la vida de ellos, los instantes en los que yo era Dios.

Así, esa noche decidí responder a sus súplicas, a sus lágrimas desparramadas por el suelo, a sus ruegos perdidos en las páginas anteriores. Ya no sería más un espejo vivo de mis desventuras con la divinidad en la que suelo creer, por el contrario, ahora yo sería su Dios benevolente. Su vida cambiaría para ser lo que yo deseo para la mía. Con esto no estoy diciendo que dejaré de jugar a ser Dios y a ser un despótico rey en la vida de estas creaciones mías, por el contrario, solo digo que he de suavizar mis acciones para permitirles mayor libertad de elección. Tendrá frente a sí el camino que desea y el camino que deseo y al final habrá de escoger el que mayor placer le cause. Después de todo, quiero que continúe implorándome en sus noches, pues sus súplicas mantienen mi inmortalidad, como los ruegos de los mortales mantienen vivos a los dioses del Olimpo.


Cuando despertó, sintió un derroche de energías que no había sentido nunca antes, pero olvidó agradecerme. Su gato morirá….

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