lunes, 5 de agosto de 2013

Experimento #3

Me acuesto escuchando de tus rojos y suaves labios el sonido blando de un poema de Benedetti. Observando tus ojos de miel, moviendo de parte y parte para dar lectura a lo que tus labios sueltan. Tus manos siguiendo cada letra escrita por el maestro, tus piernas estiradas entre las mías. Tus cabellos sobre mi pecho, recostados y usándome como tu almohada de lectura preferida. Observo tu rostro con sus sutiles pecas sobre esos pómulos redondos que tienes que me hacen sonreír sin razón alguna. Y tu voz melodiosa pasa de un maestro a otro, de Benedetti pasas a Neruda y continúas con el mismo ímpetu y deseo de leerme cada poema que te encanta.

Bajo mis manos por tus costados, rozando tu piel desnuda junto a la mía, tus pechos, tu vientre, tu ombligo, llegando suavemente a los muslos que tienes junto a los míos. De dos personas que fuimos, luego de esta noche somos uno. Y sentados juntos sigues leyendo, con tu acento de boricua, tus pausas diferentes a las mías, pero aun queriendo demostrar que no soy el único que conoce de literatura. De Neruda pasas a Octavio Paz y con esa misma paz continúas tu lectura. Mis oídos se deleitan con el suave sonido de tu voz y mis ojos se apegan en el reflejo de tu cuerpo en el espejo de enfrente. Tu cama ha resultado el santuario más perfecto para la lectura, tu lectura. Mi cuerpo y tu cuerpo se unen en un momento exacto, raro, eterno. Rodeados de libros, de poesía, de escritos y de papeles sueltos fuimos extraños juntos y fuimos uno. Rodeados de libros, de poesía, de escritos y de papeles sueltos, leíste para mí.


Tu táctica fue perfecta, me atrajiste aquí y con tus palabras, las de ellos, te quedaste en mí. Quisiste quedarte en mi mente y lo has logrado, no con sexo, si no con palabras, con versos. Tus versos, sus versos. Tu voz, su voz, todo habla en ti. Tu reflejo y el mío mostrando la unidad de dos seres que alguna vez fueron extraños pero que la literatura unió. Eres tú, eres tú, aquella que de niña vi, aquella que de mujer quiero y que ahora a mi lado tengo. De Octavio Paz pasas a Bécquer y sus golondrinas. La luz de la luna se nos mete por la ventana y la noche nos cubre con su manto. Pronto será de mañana y veré el primer amanecer contigo, con tus pechos, con tus piernas, con tus brazos, con tus manos, con tus ojos, con tus labios. Y volamos, volamos con las golondrinas y en conjunto. Y al final de tu lectura, me miraste con esos ojos de miel y con esos labios me besaste y te dije una frase de una canción que hace mucho que no escucho… “Es que nadie como tú me sabe hacer café”.

1 comentario:

  1. Lo hermoso del español es lo rico y extenso en vocabulario. Utilízalo.

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